Fundación Universo en Seis Colores

La Voz de U6C

Capítulo 1 Universo en Seis Colores

Universo en Seis Colores ha sido una búsqueda personal de mi origen y del medio que me rodea. A lo largo de esta investigación ha resonado en mi cabeza el dicho recurrentemente citado por las tejenderas: “Esto es algo con lo que se viene y se descubre… ” o “fue algo que descubrí con el tiempo, es algo con lo que uno viene, eso es el kimün (sabiduría)… ”
Nunca comprendí mi afinidad y facilidad para tejer a telar y, al mismo tiempo, no poder entender hasta el día de hoy la función del palillo. Recuerdo a mi madre tejiendo a palillo noches enteras: sacaba una prenda nueva cada dos días y cada una con distintos diseños y tramas, al igual que una araña.
El oficio de las artes textiles, junto con la agricultura, es una de las actividades productivas principales en los sectores rurales de las zonas que abarca este estudio. Se trata de una importante actividad económica dentro de las comunidades y cuyo oficio y su producto (a diferencia de otras actividades económicas) vincula a maestros y aprendices, y estos, a su vez, con los recursos que les ofrece el medio; junto con
el conocimiento profundo de éste, les permite generar productos que contienen de forma implícita un “relato” único e irrepetible, por su calidad de “artesanal”, concepto que nos deslinda de la producción seriada industrial y, por lo mismo, nos remite conceptualmente a “la identidad”.}

La actividad textil estuvo exclusivamente en manos de las mujeres; fueron ellas las encargadas de vestir a su pueblo y proveer el abrigo familiar. Ellas desarrollaron técnicas de hilado, tejido a telar y métodos de teñido con vegetales. El incremento de esta “industria” textil estuvo vinculada a otras actividades
económicas, como la domesticación de camélidos y tareas de recolección de la lana y vegetales usados para la tintura; éstas eran las materias primas esenciales para la producción textil, destinada básicamente al consumo familiar. En su factura se utilizaron instrumentos simples como el huso y el telar, y dieron a sus tejidos formas sencillas y sin gran ornamentación, salvo la vestimenta de tipo ritual que presentaba una mayor variedad de diseños coloridos… (Willson 2016).

La indumentaria es un texto que “se puede leer”, nos enseña de qué está hecha la identidad cultural de los pueblos originarios. Un texto que, por supuesto, está inscrito en el flujo del devenir de las sociedades que lo elaboran y que, por lo mismo, está en una tensión permanente entre la continuidad y el cambio de los diseños, las técnicas, los roles, los estatutos, la materialidad y los simbolismos, elementos que se enlazan en un estado dinámico de contactos interculturales, y de reciprocidad interétnica perpetua, que permite a los pueblos originarios sobrevivir y prevalecer.
El arte textil es el arte mayor de los pueblos originarios. Es un sistema de comunicación sofisticado y complejo que ha resistido todos los embates simbólicos colonialistas. Su elaboración, percepción y usos no son neutros. Es un arte multisemiótico: no existe un sentido perceptivo privilegiado para enunciar y decodificar sus significados; contiene muchas voces, muchas comprensiones y muchas vivencias, porque
implica a todo el cuerpo social. Es un tipo de lenguaje que se dirige al inconsciente del tejido social por medio de imágenes. Se trata de un trabajo fundamentalmente colectivo que revela la pasión y la ética del patrimonio identitario, humano y vivo que ellos mismos representan a través de su arte.
Las manifestaciones artísticas de las tejedoras deben analizarse no como prácticas aisladas y descontextualizadas, sino insertas en un proceso continuo de transferencia de valores, creencias, saberes y técnicas que las caracterizan e identifican con sus similitudes y diferencias, pero que siempre dialogan y son complementarias a la hora de describir sus propios rituales contingentes, en los distintos grupos socioculturales y cómo se autodefinen a través del tiempo, en su espacio geográfico y cosmogónico.
Habitar el entorno geográfico implica una relación constante con los distintos pisos ecológicos que cruzan transversalmente la relación vertical andina y sus accidentes geológicos. Es por esto que observamos con especial detención la territorialidad del mundo mapuche, en la cual se distinguen
―tal como en la matriz del witral (telar) con sus urdimbres y técnicas― cuatro áreas extendidas transversalmente sobre el territorio, con características geográficas definidas por el piso ecológico al que pertenecen: Lafquenmapu (tierra de la costa del océano Pacífico); Nagche (tierra bajas que detienen los cursos de los ríos que bajan de las cumbres andinas); Wentemapu (tierra sobre los llanos); y Pehuenmapu (tierra donde crece el bosque de Pehuén, Araucaria araucana).
Los análisis de comprensión y lectura de la iconografía deben adecuarse al hecho de que los símbolos, de acuerdo con lo expuesto, son absolutamente intuitivos y responden al diálogo y vivencia que tenía cada lof (grupo de familias con el mismo origen) con su entorno, y eran su particular medio de comunicación. Independientemente de estas simbologías restringidas al ámbito familiar y personal, había recursos
gráficos universales, como los símbolos de poder, que podían ser identificados en todo el mundo mapuche y en los pueblos aledaños. Estos últimos han traspasado el tiempo, a diferencia de la simbología personal mencionada.

Así, la producción de imagen/texto en los textiles mapuche responde estrechamente a la habitación de un entorno cotidiano y cósmico específicos. Es un lenguaje que implica la construcción de artefactos y tecnologías íntimamente arraigados a los materiales orgánicos. Es un conocimiento que
sincroniza al ser, al reche (gente verdadera) con el entorno natural a través de prácticas procedimentales en lo cotidiano, con el ciclo anual de las estaciones climáticas y el movimiento de los astros en la zona sur del área andina.
El lenguaje visual es uno de los diversos códigos de la comunicación humana, en el cual el color es un elemento fundamental en su sintaxis. En el ámbito de nuestro estudio, cada color tiene múltiples significados dependientes del contexto al que se les asocie. Y también intervienen significativas diferencias que surgen al categorizar cartográfica y cromáticamente a las diversas culturas mapuche (Lafkenche, Nagche, Wenteche, Pewenche, Huilliche, Cunco, tehuelche).
Cada uno de estos pueblos tiene formas distintas de identificarse según el color e íconos. Los signos y símbolos se relacionan con el entorno y la vida social. Los Lafquenche utilizaban signos marítimos con tonalidades azuladas; los Huilliche, tonos grises y cafés en sus prendas diarias, como en el pitro, manta hilada en blanco y negro; los Pehuenche usaban tonos verdes. De esta manera, los distintos grupos
se distinguían y complementaban, ya que los conceptos de color se manifiestan como un discurso elaborado a partir de la cultura en su totalidad, y con el entorno, los recursos y la flora nativa en la que están inmersos.
El objetivo último de esta investigación es hacer hablar a la tradición textilera y tintórea mapuche como si se tratase de un libro que nos puede enseñar cuál es la cosmovisión que se incorpora en los tejidos, y cómo esta cosmovisión individualiza a las varias identidades del pueblo mapuche.
Muchos pueblos originarios perciben el color de manera distinta a la de las sociedades occidentales. Esas culturas tienen un acercamiento diferente hacia el entorno en el que están inmersas. Por ejemplo, en la teoría del color, el verde es un color secundario compuesto de la mezcla de dos colores primarios, el amarillo y el azul. En cambio, para algunas culturas ancestrales el verde es un color de primer orden,
ya que representa al medioambiente, siendo una síntesis de significados profundos del mundo natural, culturalmente elaborado.

El color es un factor determinante en la percepción visual del ambiente, condiciona de modo especial la comunicación y está presente en todos los elementos visuales del entorno natural y del entorno creado por la cultura; la influencia que tiene el ambiente natural, la vegetación, el clima, la geografía, la luz y la
atmósfera particulares de cada lugar, condicionan en gran medida la forma (visual) de expresarse de una cultura. (Patrones de Color. Gómez, Adriana: 2006)

El color de los objetos es un valor integral de la forma de estos, esencial en la evolución de las percepciones y pensamientos de la especie humana que, a través del tiempo, ha producido una infinidad de vocablos y nombres para los colores y sus matices, con base en experiencias profundamente
enraizadas desde la infancia, a través de procesos clave en la formación del pensamiento, el lenguaje y la cosmovisión.
Más allá del fenómeno físico, la concepción y percepción del color, sus nombres y sus significados, dependen de la historia, de la sociabilidad y de la espiritualidad de los pueblos.
La relación entre cultura y color es indisociable.
Las variaciones ecológicas y de los diseños, colores y técnicas de tejido concomitantes, comparten el compromiso de las cultoras y el conocimiento local que las precede. Se habla de intimidad en la asunción del oficio, de las reglas que se deben seguir para llegar a ser una tejedora experta.
El teñido es parte de un proceso de producción de textilería funcional, de vestimenta, pero también comporta un valor ritual expresado por los particulares patrones cromáticos y de diseño. Esta doble dimensión proviene del traspaso al tejido de la cotidianeidad y la ritualidad propias de toda cultura: colores y diseños de uso diario / colores y diseños de uso ritual.
Lanas corrientes, lanas especiales, mejor tratadas, de animales bien alimentados. Ambos mundos sociales están permanentemente conectados por el oficio de las tejedoras y por el compromiso total que adquieren quienes ejercen el oficio.
Los diseños hablan de territorios, de geografía, de roles y posiciones sociales, de cargos y responsabilidades, de grados de conocimiento y representación de la cultura, traspasada como identidad en la costumbre textil mapuche. Y este modo de hacer y pensar el mundo, la vida, se ha transformado a través de los siglos de contacto; en algunos casos ha devenido en procesos de fuerte raigambre y expansión, y en otros, de aculturación, de contracción o arrinconamiento.
Por lo mismo, algunas de nuestras entrevistadas son explícitas al decir que el tejido que ellas hacen y la activación y recuperación de un tipo específico de conocimiento fundamental de la cultura, se realiza con miras a la promoción y defensa del pueblo mapuche.
En suma, la carta textil mapuche tiene una variedad cromática que representa la totalidad de su cultura: existen colores propios de cada nicho ecológico, diseños propios de los varios mapu en los que viven los mapuche, y un voluminoso catálogo técnico que revela el universo simbólico y ético de
la cultura. Los colores hablan y soportan; las prendas y el tejido también.
Por ello, una mujer hábil y laboriosa con el teñido y tejido llega a tener un rol de responsabilidad y de prestigio muy bien definido en su comunidad y su cultura. Se trata de un arte referido tanto a la identidad como a la necesidad de abrigo, dualidad estructural que opera en un campo de relaciones medioambientales y socioculturales, para representar símbolos culturales y para la elaboración de prendas de vestir cotidianas, y también como instrumento de protocolos y etiquetas

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